Las horas previas al anuncio fueron tensas. Cerca de las 22 del 11 de marzo de 2008, Martín Lousteau, entonces ministro de Economía de Cristina Kirchner , anunció un sistema de retenciones móviles para el agro con foco en la soja. En este cultivo, se subía la alícuota del 35% a casi un 44,1%, alcanzando luego un tope de 48,7%. Además, con precios de exportación superiores a US$600 la tonelada, la alícuota marginal era del 95%. Es decir, el Estado pasaba a quedarse prácticamente con toda la mejora por encima de ese valor. Para el campo, representaba una medida confiscatoria.
La resolución 125, como se conoció esa medida, desató una pelea que duró cuatro meses, con cortes de rutas y una sociedad en vilo por la pelea campo-gobierno. A 12 años de ese conflicto, LA NACION entrevistó a varios de los protagonistas de ese momento, que brindaron detalles que no habían trascendido hasta ahora.
Alberto Fernández, que era jefe de Gabinete del gobierno, le había preguntado a Lousteau antes de comunicar la medida si la había hablado con la dirigencia del campo. Lousteau le aseguró que estaba todo charlado de antemano. Sin embargo, luego del anuncio, los llamados de todas las entidades agropecuarias, cuestionando el desconocimiento del anuncio, no se hicieron esperar.
Guillermo Moreno , entonces secretario de Comercio, le había llevado a la presidenta Cristina Kirchner unas «descabelladas» medidas económicas basadas en casi un 64% de retenciones a la soja. «Nos juntamos con Martín [Lousteau] para darle a Cristina una alternativa más viable y él con su equipo de trabajo armó la 125», señala ahora el ex funcionario.
El quiebre económico, político y social duraría más de 120 días. La protesta del campo tomó forma rápido. No se había cumplido un día del anuncio del ministro de Economía que la recién formada Mesa de Enlace, integrada por la Sociedad Rural Argentina ( SRA ), Coninagro , Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), llamó a un paro en la comercialización de granos y carne por 48 horas.
En las rutas había cortes y movilizaciones en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Allí estaba la resistencia con los productores, muchos de ellos autoconvocados, sin vinculación con las entidades tradicionales del sector, pero unidos y pidiendo lo mismo a la Mesa de Enlace para enfrentar a la 125.
Durante el conflicto , y antes de su voto «no positivo» para frenar la 125 en el Senado, el exvicepresidente Julio Cobos trató de acercar posiciones. «A [Florencio] Randazzo [que era ministro del Interior] le manifesté desde un principio el malestar que tenía la gente del campo, que había que parar, pero no había respuestas», cuenta Cobos a 10 años del conflicto.
Las críticas del gobierno a los productores los hacía más fuertes en los piquetes, donde buscaban explicarle a la sociedad el motivo de los cortes de rutas. Como en el kilómetro 53 de la ruta 14, en Gualeguaychú, donde Alfredo De Angeli, ahora senador nacional pero en ese momento dirigente de la Federación Agraria de Entre Ríos (FAA), encabezó uno de los piquetes más duros del campo.
Sin embargo, muchas veces, la falta de respuestas y el desgaste de los días transcurridos provocaba que las fuerzas decaigan. Así lo recuerda Raquel Oyarzabal, de Azul, una productora que estuvo todos los días en la ruta nacional 3 durante el conflicto.
«La tarde del 25 de marzo nosotros esperábamos el llamado al diálogo y la presidenta habló de los piquetes de la abundancia. Volvimos a nuestras casas desahuciados, pero cuando vimos por los medios que en la Capital Federal salieron a Plaza de Mayo a manifestarse, vimos que eso era una señal, que había que seguir en las rutas. La fuerza vino de los porteños hacia el interior», recuerda, emocionada, Oyarzabal.
Luego de ese acto de Cristina, hubo cacerolazos no solo en Capital, sino en todo el interior. Pero la crispación social fue mayor por una contramarcha de Luis D’Elía que terminaría en incidentes. Fue ahí cuando Cobos le volvió a reiterar a la Presidenta que todo se estaba desmadrando. «Los mismos legisladores peronistas le pedían que saque a D’Elía de la escena política», rememora el exfuncionario.
Los ministros le sugerían a Cristina dar marcha atrás con la medida, pero ella respondía que eso sería un gesto de debilidad. Mientras tanto, una oposición desdibujada aprovechaba la protesta del campo y se sumaba a su movimiento.»La oposición desmembrada se subió a los acoplados agrarios, que fue aglutinador de todos los polos políticos dispersos de ese momento», dice a LA NACION Eduardo Buzzi, presidente por ese tiempo de la Federación Agraria Argentina (FAA).
El enfrentamiento de Lousteau con el secretario de Comercio era innegable. El 1° de abril, el Gobierno realizó un acto en Plaza de Mayo para respaldar a Cristina. Allí Moreno hizo un gesto dirigido al ministro de Economía, pasándose la mano por el cuello en señal de corte. Poco tiempo más duraría en el cargo, ya que Lousteau renunció el 24 de abril.
«Le dije a Cristina, luego de la renuncia de Lousteau, que aprovecháramos y que le cargáramos el muerto a Martín [Lousteau], que la dejáramos sin efecto y así terminar de una buena vez esa locura, y que, si íbamos por todo, corríamos el riesgo de quedarnos sin nada», cuenta el exjefe de Gabinete. Sin embargo, Cristina decidió seguir adelante.
La tensión, extrema en un punto, estaba en ambos lados, en el gobierno y en las bases del campo. Fernández y Buzzi coinciden en eso. «El gauchaje, en un momento, ya quería la caída del Gobierno; la 125 pasó a ser una excusa. Una vez, cuando levantamos un paro, nos decían que si hubiéramos parado una semana más, el Gobierno se caía», recuerda Buzzi.
La Mesa de Enlace
Diez años después de esa pelea con el gobierno de la expresidenta Cristina Kirchner, para muchos de los integrantes de la Mesa de Enlace de entonces la vida no siguió igual. En 2008, las diferencias entre las distintas entidades que representaban parecía quimérica. Se juntaron en función solo de un adversario común. «Nos unió el espanto», sostenía Buzzi en ese momento.
Para Carlos Garetto, ex titular de Coninagro, fue un momento único y acuciante para el sector agropecuario. «El gobierno se valía de artilugios para presionar y quitarte los registros de contratos de compraventa al exterior de productos lácteos (ROEL), por ejemplo, y conseguir dividir a la Mesa de Enlace», revela.
El Consejo Directivo de la cooperativa láctea SanCor presionaba a Fernando Gioino, que era presidente de Coninagro, para tratar de doblegar a la Mesa de Enlace. SanCor tenía un peso importante como socia de Coninagro. «Al final, SanCor no pudo aguantar los apremios del Gobierno, con quien tenía muchos negocios, y se retiró de Coninagro», rememora Garetto.
También a Buzzi le ofrecieron una Subsecretaría dentro del gobierno para tratar de romper con la estructura de unidad de los productores.
La relación con las bases del sector, al principio, tampoco fue cómoda. Respetuosos de las decisiones, muchas veces se mostraban críticos de las medidas que tomaba la Mesa de Enlace. «Cada vez que se resolvía desde la Mesa de Enlace levantar los cortes, los roces se multiplicaban. Nos costaba volver, veíamos que éramos menos en cada vuelta a las rutas. El Gobierno sabía esto y lo aprovechaba, desgastándonos», comenta José Bustingorri, un autoconvocado de Saladillo, que llevaba junto a otros, el nexo de las bases con la Mesa de Enlace.
«Todos estábamos aprendiendo de esa realidad, vivíamos una situación de bipolaridad permanente con sentimientos encontrados», expresa Oyarzabal.
Garetto explica: «A los autoconvocados les costó creer en la Mesa de Enlace. Llevó tiempo, madurez y, si nosotros no solucionábamos eso, no podíamos seguir avanzando; había que contener a las bases».
Alfredo De Angeli, que era dirigente entrerriano de la FAA, ganó popularidad en el piquete de la ruta 14: con un alto perfil, fue carismático y duro en sus dichos. Rememoró los momentos junto a las bases. «Le tenían desconfianza [a la Mesa de Enlace], era muy duro tener que convencer de levantar un paro, después de tantos días. Hasta que los autoconvocados fueron invitados a participar de algunas reuniones junto a la Mesa de Enlace», señala.
En la medida que las movilizaciones eran más grandes, las bases eran más rígidas. «Ya no solo querían volver al 11 de marzo [previo a la medida por la 125], sino que buscaban eliminarlas [a las retenciones]», afirma Buzzi, a quien algunos autoconvocados le tenían desconfianza. Muchos recuerdan su abrazo con Agustín Rossi, presidente del bloque kirchnerista en Diputados, cuando el oficialismo logró dar media sanción a las retenciones móviles en esa Cámara. El mismo Buzzi después aclaró que conocía a Rossi desde muchos años.
El 6 de mayo, la dirigencia del campo se reunió con el gobierno. Terminada la reunión, aseguraron que habría un cambio en la aplicación del esquema de retenciones. Pero inmediatamente el gobierno lo desmintió.
Muchas veces la expresidenta pidió ayuda a Hugo Moyano para que los camioneros hicieran contrapiquetes. Un día, los camioneros de Moyano se dirigían a Ceibas, Entre Ríos, y allí los esperaban productores de Urdinarrain con tres cajones con 150.000 abejas para hacerles una suerte de gran recepción. Pero De Angeli les dijo que era mejor retroceder en esa acción.
Así iban y venían los productores, entre cortes que se levantaban, paros que se reanudaban y actos que se multiplicaban. A pesar de las reuniones, no lograban acuerdos con el gobierno. El único interlocutor directo entre el gobierno y el campo pasó a ser el jefe de Gabinete, que trataba de destrabar posiciones. En tanto, Cobos, en el Senado, ofrecía su despacho a los dirigentes del campo para que tengan reuniones con los distintos legisladores y expliquen las razones del conflicto. En una de esas reuniones, el 22 de mayo, el presidente de Confederaciones Rurales Argentina (CRA), Mario Llambías, contó cómo se sintió luego del encuentro: «La palabra no es engañados, sino defraudados».
Los viajes de la Mesa de Enlace al interior se hacían largos y el cansancio había que sobrellevarlo. Pero estaba la gente de los pueblos para apoyar. «Un día, cuando llegamos a Sáenz Peña, Chaco, y nos subieron a dos tractores a recorrer la ciudad, la gente del pueblo, en las veredas, con banderas argentinas, nos pedía seguir adelante», destaca Llambías.
El protagonismo de los dirigentes del campo iba en ascenso. También la figura de De Angeli , con su carisma campechano, seducía a las cámaras. Se hablaba de celos de Buzzi para con De Angeli. Pero para el rosarino, lo que pasaba era que el entrerriano «se la había creído y subido al personaje». Buzzi cuenta: «Un día lo mandé al psicólogo para que se trate el problema de narcisismo que tenía».
Pero el conflicto también tenía otro costado. A algunos de los dirigentes, las mujeres los empezaron a ver como codiciados galanes de telenovelas, les entregaban cartas de amor, números de teléfono, regalos. «Un día una señora, luego de un acto, se me acercó y me dijo: ‘Estoy enamorada de usted, Eduardo’. Yo le palmeé el hombro y le contesté: ‘Ya se le va a pasar señora'», rememora el exdirigente de FAA.
El 25 de mayo, en un acto en Salta, Cristina Kirchner fue dura con el campo. «Aprendamos que antes que el sector, que antes que nuestra propia individualidad, están los intereses del país y de la Patria», fustigó. En paralelo, en Rosario, más 200.000 personas apoyaban al campo y se agolpaban junto al monumento a la Bandera, donde los mensajes de los dirigentes fueron críticos con el gobierno. Hoy Buzzi se muestra arrepentido de haber dicho que «el gobierno es obstáculo» porque para muchos su interpretación fue golpista. «En el fervor de un acto uno dice cosas apresuradas, uno debe ser responsable de sus palabras. No quise decir eso, pero salió así. En realidad lo que quise decir era que las decisiones económicas que se tomaron eran un obstáculo», explica el exdirigente.
En un momento, Cobos sugirió a Cristina enviar las retenciones móviles al Congreso, pero no lo escuchó. Entonces, el exvicepresidente hizo público un comunicado que decía: «Que intervenga el Congreso».
«Vinieron Miguel Pichetto [que era jefe de bloque del kirchnerismo] y José Pampuro [entonces presidente provisional del Senado] y me preguntaron si eso se había acordado previamente con la presidenta y les dije que no. Ellos también estaban de acuerdo con mi postura. Al final, en menos de 24 horas, la presidenta decidió mandar el proyecto al Congreso; parecía concertado con ella al final», se ríe ahora Cobos.
Cómo era la situación política en medio de la discusión por la 125
El 17 de junio de ese año, Cristina Kirchner anunció el envío al Congreso del proyecto. » Néstor les prohibió cambiar una coma al proyecto original a sus diputados», recuerda el exdirigente de CRA.
El 5 de julio, el gobierno logró pasar el primer escollo en Diputados . Por solo siete votos de diferencia, alcanzaba la media sanción del proyecto de ley de retenciones. Ahora restaba pasar por el Senado. Si bien el resultado no favoreció al campo, que fuera ajustado lo dejó satisfecho.
Dos días antes de la votación en la Cámara Alta, una multitud frente al Monumento a los Españoles escuchó a un Llambías exaltado: «Pongan huevos Senadores». Lo dijo para dar fuerza a los senadores que estaban indecisos, según cuenta a LA NACION .
En el Senado las presiones eran muchas. Los votos se contaban de a uno. El día anterior a la votación, el senador santiagueño Emilio Rached, presionado y nervioso, llamó a Cobos para preguntarle «como amigo» que haría. Cobos, en tanto, le contestó que hiciera lo que su conciencia le dictara.
«Ahí me confirmó que iba a votar a favor; inmediatamente se lo comunique a Alberto [Fernández] para que se tranquilice. Los votos se contaban así. Con el voto de Rached, el gobierno llegaba al número», sostiene Cobos.
El «día D», el 17 de julio, fueron diecisiete horas de debate, con un conflicto que mantenía a la sociedad en vilo. «El día de la votación en el Senado -cuenta De Angeli- me llama el Adolfo [por Rodríguez Saá] y me dice: ‘Llamalo a Menem , que es importante’. Lo llamé y le dije: ‘Doctor, la Patria lo necesita, usted es el único que puede consolidar la paz en este país’. Y así fue».
Cerca de la medianoche, Rached llegó al despacho de Cobos. Dijo que había decidido cambiar su voto para hacerlo en contra del proyecto oficial. El gobierno ya sabía que, en caso de empate, la decisión del vicepresidente era una sola y contra eso insistió Fernández hasta el último suspiro. «Votá a favor y mañana citamos a la Mesa de Enlace para una solución», le dijo el exfuncionario.
«Ahí, en el Rosedal, lo que festejamos ya era el empate; era un triunfo para nosotros, nunca pensamos que Cobos iba a tener el coraje de votar como lo hizo», dice Luciano Miguens, expresidente de la Sociedad Rural Argentina.
Junto a los cuatro dirigentes estaba Verónica, la mujer de Carlos Reutemann, que desde el Senado por teléfono la mantenía informada de todo lo que pasaba en el recinto. «Fue ella la que nos dijo que Rached había votado en contra y que estábamos empatados», precisa Buzzi.
El presidente del Senado instaba a pasar a un cuarto intermedio para que las partes se pongan de acuerdo. Había cinco proyectos dando vueltas y las entidades aceptarían cualquiera de ellos. Pero los senadores no querían dilatar más la cuestión. El cansancio era enorme. Cobos no había armado ningún discurso. Improvisado, confuso, pero natural, empezó el relato que marcaría el cierre de una historia.
En la madrugada, difícil de comprender al oído, con el peso que implicaba hacerse cargo de la frase, Cobos, dilucidando el empate entre el oficialismo y la oposición, concluyó: «Mi voto es no positivo, mi voto es en contra». De esta manera, el proyecto, enviado por el Poder Ejecutivo y con media sanción de Diputados, fue rechazado.
Después del voto
Los cuatro dirigentes, junto con miles de personas, festejaron el voto de Cobos como un triunfo electoral. En otro escenario, en la Plaza del Congreso, el clima era de desazón y tristeza. Poco a poco la gente que estaba allí fue dejando las carpas armadas hasta que quedó totalmente vacía.
Un rato más tarde, toda la Mesa de Enlace se retiró del Rosedal por rumores de manifestantes que venían desde la Plaza del Congreso a buscarlos.
Luego del discurso final, en forma precipitada, el recinto quedó desierto. Y el protagonista de la noche, ya en su despacho, solo, se pidió un café, en «paz» por la tarea cumplida. A las 6.30 de la mañana, en su casa, con un tranquilizante de por medio, trató de dormir un rato. Sus tres años y medio siguientes en el Gobierno fueron difíciles. «Estoy curtido», recuerda hoy Cobos.
A la mañana siguiente al «no positivo», De Angeli se levantó de un hotel de Avenida de Mayo, atendió a los periodistas que lo esperaban en la puerta, luego agarró su auto y tomó la Panamericana rumbo a Gualeguaychú. Allí lo esperaba el abrazo de sus hijos y su gente. Pensó: «Misión cumplida».
El 23 de julio renunció Alberto Fernández. Por el desgaste político y sus peleas con algunos de los miembros del gobierno de entonces, como Guillermo Moreno, dijo basta. «El respeto hacia mi jerarquía ya no era el mismo; fue un momento de dar un paso al costado», asiente el exfuncionario. Y añade: «A partir de la 125, Cristina dividió el mundo en dos, compró la tesis de unos contra otros».
«Hoy veo que todo fue mucho más que la 125; el desgaste fue muy grande, me dolió durante el conflicto que todo se centrara solo en las retenciones de soja», se lamenta hoy el productor Bustingorri.
Una vez, Llambías se encontró con Cobos y le preguntó qué sintió en ese momento de la votación. Cobos le respondió: «Lo único que sentía era la silla de Pichetto , que se hamacaba de un lado a otro, muy nervioso, esperando mi voto».
Martín Lousteau luchó los años posteriores contra el estigma de ser el artífice de la resolución 125 que no llegó a ser ley, pero sus opositores políticos se lo recordaron siempre. Se negó a hablar, pese a los reiterados pedidos de LA NACION .