En un momento donde lo más difícil no solo es proyectar cuándo terminará la pandemia por coronavirus sino cómo será el mundo en materia de relaciones políticas y económicas que vendrá, algunos datos, estimaciones y análisis permiten asomarse al día después. Primero los datos duros y crudos. Según dijeron esta semana expertos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en un escenario optimista sobre la salida de la pandemia el virus ocasionaría este año una caída del 13% en el comercio mundial y una recuperación del 21,3% en 2021. En tanto, en una previsión pesimista la merma en el comercio mundial sería del 32% en 2020 y con una reactivación del 24% el próximo año.
Sin duda, la parálisis provocada por el coronavirus va más allá de factores intrínsecos al comercio, como podría ser una situación de precios o financiera, pero lo condiciona de manera seria. Tanto como se trastocan las relaciones de confianza entre los operadores. Entre otros sectores, los frigoríficos de carne vacuna, que vieron cómo China les renegoció contratos y precios antes y después del coronavirus -primero a fin de 2019 por una causa económica externa a la enfermedad y luego, ya en 2020, sí por su impacto-, ahora están preocupados por Europa.
Es en este marco de dificultades, pero también de desafíos que pueden abrir oportunidades, que hay que pensar en el mundo que vendrá. Para Horacio Busanello, consultor, el coronavirus no significa un final para la globalización, pero la cambiará. Según dijo, «la economía global parece encaminada hacia un mundo más cerrado con barreras comerciales, sanitarias y sociales. La Argentina, jugador relevante del mundo de los agronegocios, deberá entender los cambios y adaptarse rápidamente a un futuro diferente». ¿Qué se puede esperar entonces? En este punto, de acuerdo al especialista «habrá nuevas normas sanitarias y de trazabilidad donde se favorecerá la producción dentro de los países de consumo versus las importaciones de productos que enfrentarán mayores exigencias».
«Por otra parte, aquellos países que dependen fuertemente de importaciones de alimentos analizarán la razonabilidad de sus cadenas de abastecimiento y los niveles de stocks internos para aventar potenciales problemas futuros», agregó.
Busanello ve un mundo donde el consumo posterior al coronavirus dependerá claramente de nuevos hábitos y demandas. En cuanto a este aspecto en particular, todavía no hay una hoja de ruta definida como para saber cómo serán esos hábitos y demandas.
«La disrupción creada en nuestras vidas por el coronavirus puede crear patrones de consumos impensables o inaceptables hasta antes del mismo. Aún más, el pánico generado por tragedias observadas en países como España e Italia introduce un elemento nuevo en nuestro comportamiento futuro no solo relacionado con el turismo, viajes y entretenimiento sino también en la forma en que demandamos y consumimos nuestros alimentos», reflexionó.
Gustavo Idígoras, profesor e investigador de la Escuela de Agronegocios de la Fauba, cree, como expresó en un artículo publicado en LA NACION , que los parámetros que podrían definir el escenario de comercio internacional post coronavirus serían, entre otros, «mayores requisitos sanitarios de importación, particularmente focalizados en los productos de origen animal dado el origen de la epidemia»; más auditorías de los países compradores; controles incrementales en barcos y transporte internacional; trazabilidad desde el origen hasta la mesa de los consumidores, con mayores exigencias a las actuales, y «profundización de los procesos actuales de promoción de la producción y el consumo en la misma región para blindar al consumidor de mayores garantías del origen de sus alimentos».
Para Idígoras, por la forma de resolución de la crisis en los distintos países podría surgir una categoría de naciones según la credibilidad sanitaria. Temores, desafíos y cambios. Lo que pueda venir demandará esfuerzos conjuntos de gobiernos y actores privados. Ya hay que pensar en el día después.