En el marco del debate sobre posibles modificaciones en la ordenanza sobre fitosanitarios, la Sociedad Rural de Rafaela, puso en marcha la Agenda de Científicos, que propone desarrollar diferentes charlas con científicos, técnicos y profesionales que puedan aportar conocimiento a la discusión sobre el uso de agroquímicos.
Una de las disertantes, la Dra Susana García, afirmó que «no hay un solo caso de linfoma no Hodkin en el mundo que pueda asociarse con la exposición al glifosato. No hay un solo caso de cualquier cáncer que uno pueda decir que lo produjo el glifosato».
García, Magister en Toxicología y también integrante de la Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos desde el año 2009, explicó que a partir de noticias sobre impactos en la salud poblacional se generaron capacitaciones sobre la carga de enfermedad que se hacía evidente desde la notificación que los servicios de salud al Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud, ya que las intoxicaciones con plaguicidas son de información obligatoria.
Entre 2005 y 2010 se habían notificado sólo 16 intoxicaciones con plaguicidas de uso rural y no más de 30 con los de uso doméstico.
En 2009 se le pidió a la Universidad Nacional del Litoral, desde la Comisión, que comparara un quinquenio de la década del ’90 con uno de la de 2000, sobre la mortalidad de los menores de un año por malformaciones congénitas, por la mayor certeza de las causas que se pueden tener. «No hay señal que esto tenga relación con áreas implantadas con mayor uso de plaguicidas». Lo mismo se hizo con los casos registrados de tumores por el ROHA del Ministerio de Salud en adolescentes de hasta 16 años, que no tiene una relación con el aumento del área agrícola implantada, siguiendo por debajo de los casos esperados por los registros internacionales.
Tomando estadísticas de 2018-2019, sin considerar a 2020 por el aislamiento, en la provincia de Santa Fe tiene 11 intoxicaciones sospechosas y cinco confirmadas en 2018, mientras que hubo tres sospechosas en 2019 y ninguna confirmada.
«Hoy la evidencia con la que contamos en enfermedades producidas por plaguicidas no están mostrando que se trate de un problema de salud pública importante», aseguró García.
Las buenas prácticas sobre todo
Por su parte, la Dra. Alejandra Ricca, investigadora de INTA de la Estación Experimental Agropecuaria del Area Metropolitana de Buenos Aires y experta en contaminantes químicos, comenzó hablando del desafío de inocuidad que tienen de manera constante los alimentos.
En 2009, a partir del Decreto 21, se creó la Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos, de la cual formó parte para generar información, datos fehacientes para poder concluir sobre el glifosato y la incidencia sobre la salud humana, entre otros productos como el endosulfan que a partir de esto fue prohibido.
Luego se avanzó en un informe sobre el uso de plaguicidas para la producción de alimentos y en todos los casos se concluyó que es muy poca la evidencia científica nacional o internacional para poder considerar, por falta de objetividad y la falta de rigurosidad en las mediciones para las conclusiones.
Teniendo en cuenta la importancia de las Buenas Prácticas Agrícolas obligatorias para la producción, para prevenir peligros microbiológicos físicos y químicos, se debe entender que al hablar de producción orgánica tiene un proceso de certificación del suelo, el agua, los productos, sin aplicación de compuestos químicos. «Respecto a la certificación agroecológica se está trabajando con Senasa para la certificación», usándose sustancias que no están analizadas claramente en el impacto sobre los cultivos, por lo tanto no hay que hablar de peligro químico, sino también de riesgos biológicos.
«Los residuos de fitosanitarios en alimentos no alcanzan niveles tóxicos para producir sintomatología», dijo Ricca agregando que «la ingesta accidental directa del agroquímico en grandes dosis es la principal causa de intoxicación aguda». Para ver el impacto de un producto sobre un alimento, se deben realizar análisis en el laboratorio, verificados con ensayos a campo, con un muestreo estadísticamente representativo.
«Se debe apuntar a una trabajo amigable con el medioambiente, los productores y trabajadores y el consumidor en general», destacó la investigadora.
En este sentido, Edda Villaamil Lepori PhD en toxicología y profesora de la UBA insistió en que la problemática de los fitosanitarios radica en el uso de grandes cantidades.
«Para que exista un efecto adverso es necesario que haya exposición y que la sustancia esté en la concentración adecuada. De haber una menor dosis, no hay alteraciones en la salud», explicó.
Durante la presentación se citó un estudio encabezado por la UBA durante 201. Se abarcaron dos regiones, Pergamino y Bragado-Chivilcoy, con uso tradicional de agroquímicos en la primera y con recomendaciones de Aapresid en la segunda. Se segmentó la población urbana y la rural, con un grado de exposición levemente mayor en el segundo de los dos casos, sin diferencias entre la población urbana y la rural.
Los análisis de sangre tuvieron bajos porcentajes de muestras con agroquímicos, excepto en el endosulfán ya prohibido; y alguna presencia de trazas con valores por debajo del promedio guía. Respecto al glifosato se investigó en agua de bebida y con 29 muestras no se encontró el producto.
Reiterando que sin exposición es imposible un efecto adverso, Villaamil remarcó que se citan múltiples enfermedades pero se culpa a un solo agroquímico, entendiendo que cada sustancia en determinadas dosis no pueden generar diferentes malformaciones o cánceres.
«Hay que tener en cuenta que «los agroquímicos son más estudiados que los fármacos, antes de su aprobación, tanto en Argentina como en el mundo y ante la menor duda no prosperan» señaló.
Fuente: Agritotal.