En el último round, el campo y el Gobierno no buscaron el nocaut del adversario. Quizás aplique mejor la idea futbolera de que convalidaron implícitamente un empate en el último tramo del partido. Lo cierto es que, como reclamaba el sector agroindustrial, se levantaron las restricciones exportadoras al maíz y luego se canceló, 10 horas antes de lo previsto, el paro de comercialización granaria.
Pero detrás de este armisticio quedaron muchas heridas y aumentó mucho más la desconfianza que ya existía antes del 30 de diciembre, cuando se dispuso el cepo al maíz. Si eso colmó el vaso, según afirmaron los ruralistas, lo que sucedió en los días posteriores dejó secuelas profundas.
El escenario superficial expone que concluyó el conflicto, pero la procesión va por dentro. Los protagonistas terminaron tragando saliva, con sabor agridulce en el mejor de los casos.
Aunque, en general, todos hicieron algo para la distensión. Hasta el ministro Luis Basterra, cara visible del cepo y su polémica flexibilización posterior, buscó tender puentes de consenso, pese a que, antes de dar pie a la articulación privada en el interior de la cadena maicera estuvo varios días pegado al libreto de “la mesa de los argentinos”, en alineamiento con las principales figuras de su Gobierno, Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
En ese sentido, también se puede observar el medio vaso lleno. La intransigencia oficial, tal como recomendó Juan Grabois el viernes – por ejemplo- tendría hoy al país en peores condiciones para producir alimentos y generar divisas para la economía desde el sector económico con mayor potencial para hacerlo. La retractación sugiere que las máximas autoridades han entendido los riesgos.
Con todo, los mismos que decidieron levantar el paro, confiando en el anuncio del martes sin tener suficientes precisiones, creen que las amenazas están al acecho. “Lo del maíz fue una muestra, estamos en alerta por la carne y el trigo, los otros dos productos agropecuarios que están en la mira de la intervención del Gobierno”, dijo a Clarín uno de los líderes ruralistas que más equilibrio viene haciendo en las últimas semanas.
Y otro dirigente, de perfil aún más conciliador, planteó que no hay que dar por hecho el funcionamiento efectivo del monitoreo de abastecimiento y el desacople de precios internacionales sobre el consumo interno. “Esto recién empieza”, le dijo a este diario, en tono cauteloso.
Este miércoles se reunió la Mesa Intersectorial de Maíz con la participación de CRA, FAA, CONINAGRO, Corredores, Acopiadores, Cámara Avícola, Feedloteros, exportadores y las Bolsas de Buenos Aires, Bahía Blanca, Córdoba, Santa Fe y Rosario, y el MATba-Rofex, en el marco de lo cual se buscó profundizar en los instrumentos financieros para que las agroindustrias que usan maíz como insumo de carnes, leche y huevos mejoren su capacidad de compra. Por ejemplo, la industria avícola tenía necesidades de comprar maíz por 500 mil toneladas y ya logró comprar la mitad en una semana, en el marco de esta interacción entre privados.
En este contexto, respecto a las diferencias en el seno de la Mesa de Enlace y con el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), sería arriesgado para el Gobierno confiarse en el lema “divide y reinarás”. Porque aunque algunos participaron más activamente del diálogo, las críticas a las medidas del Gobierno fueron prácticamente unánimes. Y a la hora de unificar criterios, el frente productivo se percibe como un bloque claro frente a lo que consideran “un intervencionismo político sin rumbo claro y todavía amenazante”.
Fuente: Clarín Rural.