Se sabe, a un Estado desaprensivo, sobredimensionado y clientelista no hay nada que le alcance. No solo se dedica a mantener impuestos fuertemente distorsivos que penalizan actividades productivas vitales para el país sino que además gasta esos recursos como lo haría un multimillonario que tiene el futuro de varias generaciones asegurado. Quizás ni siquiera eso, es probable que el multimillonario sea más consciente que muchos de los funcionarios que pululan por los despachos oficiales.
Los números se han repetido hasta el cansancio. Después de tres Niñas, la última notablemente agresiva, el valor de los principales cultivos del país se contraerá en unos USD 20 mil millones, como mínimo, es decir algo más de 3.0 puntos del PBI. Una enormidad, un monto que obligaría a una austeridad casi franciscana por parte de quienes tienen la dirección política del país.
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Este es el primer punto de conflicto. El recorte del gasto jamás tomó la magnitud que la situación merece. No hay lógica en sostener superestructuras inútiles en el Estado ni mantener empresas públicas que pierden fortunas a diario cuando se está en un escenario de crisis como el actual. A ciencia cierta no deberían conservarse ni siquiera en tiempos de bonanza.
Sin ponerse colorado, el Estado pasa a recoger sus ganancias por la casa de aquel que lo ha perdido casi todo. Lo obliga a entregar dinero que no ha conseguido con destino a un despilfarro interminable. Se ha ocupado del tema FADA, y también la Fundación Mediterránea. Se calcula que esta campaña el Estado se llevará de entre los escombros del agro más de USD 5000 millones. Es cierto, son unos 4.400 millones menos que la temporada previa, pero sigue siendo una cifra nada desdeñable, menos que menos cuando no se ha arriesgado un solo peso en esta movida.
Se sabe, tiene que ver con las características del impuesto involucrado, los cuestionados derechos de exportación, que aplican sobre los precios del grano y no sobre las ganancias del negocio. Así, muchos que podrían haberse salvado a pesar de los bajos rindes quedan fuera de juego por este implacable y nada equitativo gravamen. Si la cuenta de un productor está al borde del colapso igual tendrá que entregar el diezmo al Estado, como en la Edad Media.
Es interesante destacar el análisis de la Fundación respecto de la distribución de la renta de un establecimiento agrícola durante esta campaña, que se reparte básicamente entre productores, propietarios de la tierra y el Estado. Salvo que se pierda toda la cosecha, el gobierno siempre logra extraer recursos de la actividad, por alguno o varios de los impuestos que cobra, cosa que no sucede con los productores (particularmente los que arriendan), que entran en quebranto cuando la productividad se aleja de lo normal.
En todos los casos de rindes posibles analizados, el Estado obtiene más recursos que un productor propietario, y la diferencia se hace más grande cuanto mayor es la caída de rindes; por caso, con rindes 30% por debajo de los normales, se estima que el Estado recauda USD 4,5 por cada 1 USD que gane un productor propietario (zona extra pampeana), y con rindes 50% por debajo de los normales, el productor propietario perderá USD 96/ha, mientras que el Estado recaudará USD 231/ha por las distintas ventanillas impositivas.
Esta asimetría se hace mucho más notoria en el caso de productores arrendatarios, cuya renta se torna negativa rápidamente frente a una caída de rindes medios, mientras se siguen generando flujos relevantes de recaudación para el Estado.
El largo brazo de este señor feudal alcanza a todos por igual en el campo. No es solo un fenómeno ligado a la agricultura. Hace unos días un conocido productor del sudoeste bonaerense se quejaba amargamente. «Traje unos terneros al remate, ya que por la situación climática de este año no podré llevarlos a novillos. El Estado, mi socio no querido, me cobra derecho de marcación, guía de traslado, Senasa, Ingresos Brutos, Impuesto a los sellos, Impuesto a créditos y débitos, y Ganancias». Una calamidad.
Es imposible evolucionar con semejante mochila en la espalda. Y hace años que el agro argentino viene padeciendo está realidad que lo relega frente sus competidores. Todo el país paga las consecuencias.
Fuente: Agritotal.