Frigoríficos exportadores reducen días de faena porque no consiguen hacienda

“Hay frigoríficos que no van a faenar dos de los cinco días de la semana, mientras que otros están con reducciones importantes de faena o bien no logran completar sus planes. Esto va a seguir la semana que viene y un tiempo más también”.

Así confirmó Mario Ravettino a Bichos de Campo la decisión que gran parte de los empresarios del sector cárnico exportador tomó ante el abrupto cambio de escenario que está atravesando la cadena de valor ganadera.

El hecho de que funcionarios del gobierno nacional hayan decidido esta semana –como han hecho en otras oportunidades– cortar la habilitación de exportaciones para forzar un nuevo acuerdo de precios internos, evidencia el escaso conocimiento que la gestión del ministro Sergio Massa tiene del sector.

Hace algunas semanas que los frigoríficos están haciendo grandes esfuerzos para abastecerse de hacienda en un contexto de notable escasez de oferta.

Un importante exportador dijo a este medio que “no hay novillos pesados; tenemos que comprar hacienda más liviana, de entre 350 y 420 kilos, donde puja fuerte el supermercadismo”.

La licuación de los precios internacionales de la carne vacuna, junto el desastre climático, las “retenciones cambiarias” y los derechos y cupos de exportación, quitaron incentivos para producir animales pesados con destino a mercados externos. Adicionalmente, la sobreoferta de ganado provocada por la sequía ya no está presente.

Otro exportador consultado reconoció la misma situación en su empresa: el faltante de hacienda es cada vez más notorio y quedará expuesto seguramente en las estadísticas de la faena de agosto.

Esa tensión entre la oferta y la demanda comenzó a reflejarse en los precios, que en el caso del novillo pesado en cuestión de días saltó de 1200 a 1700 $/kg gancho.

En el ciclo 2022/23 el mayor ingreso de terneros a los feedlots, producto de un desastre climático que liquidó gran parte de las reservas forrajeras, provocó el encierre masivo de terneros muy livianos y las urgencias financieras en muchos casos hizo que los mismos se comercializaran con pesos menores a los habituales.

Eso se refleja en el indicador del peso medio de faena por res que en julio pasado fue de 225 kilogramos, una cifra 11 kilos menor a la de igual mes del año pasado. Ese fenómeno, contrario a la eficiencia del sistema, se presentó en simultáneo con un crecimiento interanual de la producción de carne vacuna del 10% en el primer semestre del año.

Los productores que tienen hacienda, mayormente liviana, ahora pueden valorizar su producto luego de muchos meses de malvender jaulas y jaulas de novillos y novillitos.

Un industrial exportador que también vende una porción de la oferta en el mercado interno dijo “tengo una faena chica para el mercado local pero no consigo ni eso, así que esta semana fané cero”.

Algunos observadores poco informados llegaron a la conclusión de que el ajuste de precios de la hacienda fue una reacción impulsada por la devaluación ocurrida esta semana, pero ambos fenómenos, si bien son simultáneos, no están relacionados.

Tanto el valor de la hacienda como de la carne vacuna venían muy retrasados respecto de la inflación general y, en algún momento, era esperable que se alinease con el resto de los precios de la economía.

Los datos oficiales correspondientes al pasado mes de julio –conocidos esta semana– muestran que la “canasta cárnica vacuna”, que comprende asado, paleta, cuadril, nalga y carne picada, mostraba entonces una inflación interanual del 92,5% versus un 118,6% el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).

Es decir: la carne vacuna venía “corriendo” muy de atrás a la inflación y el movimiento registrado en los últimos días es en realidad un ajuste que equipara a la carne vacuna con el resto de los bienes y servicios básicos.

Más allá de las especulaciones y la charlatanería, los precios, en un mercado de competencia casi perfecta como es el bovino, reflejan una evidente falta de oferta, que no sólo afecta a los machos, sino también a las vacas, ya que se terminaron de “limpiar” los campos de cría de vientres improductivos.

Entonces: si se deja de faenar porque no hay hacienda, ¿qué sentido tenía cerrar exportaciones? Un pregunta que seguramente los funcionarios que quieren manejar los mercados desde escritorios no pueden responder.

Fuente: Bichos de campo.