Tras el desprecio de Cristina Kirchner en Plaza de Mayo, el campo respondió esta semana con un ingreso de dólares cruciales para que la economía siga respirando. Fueron US$ 5.100 millones entre el 10 de abril y el 31 de mayo, que al menos ese día le permitieron dormir más tranquilo a Sergio Massa.
Desde China, en medio de otras negociaciones financieras, el ministro de Economía no perdió la percepción central de su tiempo en el palacio de Hacienda. Desde que asumió, tuvo claro lo importante que es el aporte de los granos –particularmente el complejo de la soja- para las cuentas nacionales.
Sin embargo, en un discurso enfocado a echarle la culpa a otros, para excusarse ante una tribuna complaciente, la líder del Frente de Todos dijo muchas inexactitudes sobre el principal sector productivo del país. Una de las más frases más hirientes, según interpretaron los ruralistas, fue cuando dijo que “con commodities no vamos a arreglar la economía”.
Otra inexactitud de la ex presidenta fue “proponer” un modelo de industrialización. Todavía no había leído la sustancial nota de Ezequiel Burgo, el domingo último en Clarín, en la que quedó bien claro el ingreso de divisas de la agroindustria: “entre diciembre de 2019 y abril de 2023, se liquidaron US$100.000 millones”. Sin embargo, las reservas están en rojo.
Un concepto fundamental que se reflejó en ese análisis es que los billetes de valor internacional se usaron en buena medida para importar insumos y bienes básicos. Para traer cosas que se podrían hacer con trabajo argentino.
Una boludez clave de la economía “políticamente correcta”, que desgraciadamente no se circunscribe a los populistas asumidos, es justificar la presión fiscal sobre la producción rural. Así, en la opinión pública no se termina de instalar una realidad incontrastable: en los tiempos de la regulación con brecha cambiaria, el campo vendió su producción a mitad de precio y los sectores importadores fueron beneficiados con la compra de insumos y bienes también a mitad de precio. Si eso no es impulsar la “industrialización”…
Otras discusiones mal enfocadas son las cuestiones del valor agregado y el empleo. Porque un 25% del trabajo argentino tienen que ver con las cadenas agroindustriales. Y por algo el mundo no intervenido nos compra “solo productos del campo”. ¿Será que en otros rubros no somos competitivos, que no valemos mucho…?
Mientras tanto, el campo sufre la debacle de la cosecha, y el consecuente impacto en el bolsillo de los productores. Todos los sectores políticos lo reconocen, como quedó demostrado este viernes en una reunión de la Confederación de Asociación Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) con diputados de diversas bancadas.
Pero nadie cubre el rojo de las cuentas agrícolas. Ni tampoco se mantiene el poder adquisitivo o capital de trabajo de los que laburan en el ámbito rural. Eso redundaría por ejemplo en más producción de maquinaria. Pero se hace todo lo contrario, se restringen los créditos con castigos en las tasas de interés.
Imaginemos si, por la crisis del país, a alguien que cobra jubilaciones de privilegio le rebajan los haberes. ¿Sería una boludez?
Por Mauricio Bartoli
Fuente: Clarín Rural.