La sequía no solo está produciendo un fuerte impacto productivo en el grueso de las actividades agropecuarias, sino que también está generando distorsiones de precios en algunos productos, como en la carne vacuna. Contra toda intuición, la crisis hídrica que está sufriendo el campo y que golpeó particularmente a la ganadería está haciendo que el precio de la carne caiga en los mostradores de las carnicerías. O, al menos, que caiga de la manera en que lo hace en épocas de inflación: que aumente a un ritmo mucho menor que el nivel general de precios.
Según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), en noviembre el aumento interanual promedio de los cortes bovinos fue del 56%, muy por debajo del 92,4% de inflación acumulada , mientras que el encarecimiento de la hacienda en ese mismo lapso de tiempo fue del 34%, lo que marca un fuerte retraso en sus valores y una baja en términos reales.
Infobae consultó a especialistas para conocer por qué el desastre climático abarata un consumo tan relevante para la mesa de los argentinos y si los menores precios son sustentables en el mediano y largo plazos. O mejor dicho, qué efecto tendrá en el futuro la caída en los precios del presente.
A menos agua, más faena
Según explican especialistas, la sequía hace difícil poder mantener la alimentación de los animales por períodos prolongados. Sin agua, los pastos se agotan más rápido y el proceso habitual de engorde para enviar a los bovinos a faena no es posible.
En ese contexto, para limitar las pérdidas, los productores prefieren mandar a los animales al frigorífico antes que dejarlos morir de hambre y sed en los campos. Esa mayor oferta de animales desploma los precios. Al menos en el corto plazo.
El precio de la carne comenzó a estancarse en junio, cuando la sequía ya mostraba signos de agudización y empezaba a repercutir sobre las pasturas naturales que sirven de alimento para los vacunos. En este sentido, el consultor ganadero, Victor Tonelli, explicó a este medio que “cuando el pasto empezó a ser escaso, el productor comenzó a enviar animales a faena para ir equilibrando lo que demandan el rodeo de su campo, en función del alimento disponible en el lote”.
“En esa correlación -detalló Tonelli- hasta julio el equivalente de la oferta que se volcaba al mercado interno equivalía a un consumo de 47 a 48 kilos por persona al año y desde agosto en adelante ese promedio está cercano a 53 kilos por habitante al año. Hubo una sobreoferta por la sequía superior al 10% de carne al mercado interno, que sumado a la carne de pollo y de cerdo y al pobre poder adquisitivo de los salarios, hizo que hubiera más oferta de lo que el consumidor estaba en condiciones de comprar, generando un retraso en los precios”.
En la misma línea se expresó el presidente de la Cámara de la Industria y Comercio de las Carnes (CICCRA), Miguel Schiariti, quien aseguró que por la sequía se sobreofertó el mercado de carne. “Cuando hay sequía el campo se ‘achica’, como dicen los ganaderos, porque produce menos pasto limitando el alimento para el animal y el productor se ve obligado a mandar su hacienda al mercado o ponerla en un corral a engordar (feedlot)”, dijo a Infobae.
“Esto, en primer lugar, es un mal negocio para el productor, porque se pierde 20.000 pesos por cabeza dándole maíz, pero, independientemente de esto, se acelera el proceso de producción de carne, haciendo que en cinco meses ya está disponible ese animal para faena, lo cual genera una sobreoferta del producto, haciendo que el precio no aumente”, agregó el dirigente empresarial.
A esto, el economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, sumó el contexto económico nacional y los problemas en el mercado externo que tiene la industria exportadora local. Así, explicó que el retraso en los precios de la carne “se combinan varios factores”.
“Por un lado, la demanda está muy retraída, tanto desde la exportación como en el mercado interno. En el primer caso, hubo caídas de precios a lo que se sumó el atraso cambiario. Eso hizo que la exportación no tenga poder de compra y no ayude a traccionar los precios de la hacienda. Por el lado de la demanda local, está en un esquema de pérdida de poder adquisitivo. Los salarios deteriorados de los consumidores genera que no puedan gastar más en nada, entre esos productos, la carne, generando una caída en el consumo, aun con los precios retrasados”, argumentó Miazzo.
En ese contexto anteriormente detallado por el especialista, “la oferta crece porque por la sequía los productores no pueden retener ganado y lo tienen que vender. De hecho, los feedlots en la segunda mitad del año pasado han vendido más de lo que han comprado. Eso hace que haya una oferta firme, con una demanda débil, lo que genera una caída de precios en términos reales”.
Carne para hoy, hambre para mañana
Pero esta calma que ya lleva varios meses en el precio de la carne vacuna llegaría a su final con el advenimiento de las lluvias y el alejamiento del fenómeno climático de La Niña, pronosticado para finales del verano y principios de la primavera. Así, la cantidad de pasto en los campos se recuperaría y los productores no se verían forzados a desprenderse de su hacienda, limitando la oferta de animales en el mercado local.
Pasada la sequía, los productores ganaderos van a tener que recomponer todo su proceso productivo para volver a producir animales de los pesos y edades adecuados. Eso va a tomar tiempo y, mientras el mercado se recupera, la oferta de ganado bovino va a disminuir. A menor oferta, entonces, los precios van a tender a subir. Así, Tonelli explicó que “cuando recupere la oferta forrajera, el productor va a retener (animales) para recuperar aquellos que sacó por la sequía y que no quería sacar. Cuando vuelvan las lluvias, empezarán a retener, se venderá menos y la oferta que llegó a tocar los 53 kilos por habitante al año, pasará a ser de 42 kilos”.
Por eso, el especialista sostuvo que “si las lluvias empiezan a normalizarse en febrero, esto puede llegar a ocurrir entre marzo y abril, con una baja en la oferta significativa. Va a haber menos animales para faena, pero, además, va a haber animales más livianos, entre otras cosas, por la falta de alimento que cortó el proceso de recría. Así, con una menor oferta los precios van a subir, aunque es difícil saber cuánto”.
Por su parte, Schiariti afirmó que cuando la oferta comience a mermar, las subas van a ser por demás contundentes “cuando empiece a llover de manera normal y se empiecen a juntar los 1.000 milímetros que tienen que llover al año en la pampa húmeda, lo cual está pronosticado que va a ocurrir recién a partir de fines de marzo”.
De esta manera, el empresario entiende que en abril y mayo “va a empezar a recomponerse el precio de la carne y cuando lo haga con lluvias normales, el aumento del precio de la carne va a ser entre el 70% y 100% en el segundo semestre. Lo que debería hacer el Gobierno es liberar la exportación de siete cortes para que el aumento se vaya dando de a poco y lentamente, porque sino va a explotar de golpe”.
Fuente: Infobae campo.