“Todo concluyó en una tormenta perfecta para tener esta situación”. Para Nicolás Bertolotti, director de Desarrollo de Producto de Syngenta, eso fue lo que ocurrió en la última campaña para que se diera una explosión de la chicharrita, el insecto que puso en jaque al maíz. En el Congreso Maizar 2024, realizado la semana pasada, hubo un consenso generalizado entre los expertos en cuanto a la necesidad de aprovechar la experiencia adquirida para afrontar el próximo ciclo agrícola y desarrollar estrategias más efectivas para abordar la problemática.
Por ello, tomando en cuenta las experiencias previas, expertos de diferentes empresas analizaron lo ocurrido en 2023/2024. Esta discusión tuvo lugar en el panel “Spiroplasma: liberemos nuestro talento colectivo”, donde Bertolotti compartió el escenario con otros profesionales del sector.
Bertolotti resaltó que, al evaluar los niveles de población de la plaga en zonas donde antes no estaba presente, uno de los factores poco discutidos es el impacto de las condiciones ambientales. “El 2023 fue un año extremadamente anómalo, el año más caliente desde 1961, con casi con un grado centígrado más que el promedio de la serie. Entonces, más allá de todas las prácticas que hay que hacer, el año pasado el invierno no jugó su papel en las zonas donde debería haber controlado la población”, dijo.
Esto, indicó, es algo que ya se podía saber y como prueba mostró un mapa del Servicio Meteorológico Nacional publicado en abril de 2023 en donde se veían las temperaturas cálidas para el invierno. Por esa razón, resaltó la importancia de utilizar y generar información que permita tomar decisiones más acertadas y mitigar los riesgos, especialmente ahora, con la experiencia adquirida y conociendo lo ocurrido en la campaña anterior.
En la misma línea, Sabina Mahuad, responsable del desarrollo de productos para la salud vegetal en Cono Sur en Bayer Crop Science, resaltó la importancia de considerar la información disponible sobre cómo se realizan las siembras y las fechas, con el fin de evitar la siembra escalonada de los productores y así interrumpir el ciclo de proliferación de la plaga.
Destacó que a medida que finaliza la cosecha en el norte de Argentina comienza la siembra en algunas regiones más hacia el sur, especialmente aquellas que producen maíz para forraje y consumo humano. “Por lo tanto, es probable que sigan existiendo puentes verdes de manera indefinida. Además, lo ocurrido el año pasado, sumado a las temperaturas elevadas y los fuertes vientos del norte, favoreció la migración de la chicharrita hacia la zona subtropical”, explicó.
En cuanto a la zona núcleo, después de la siembra en Santa Fe, se lleva a cabo la siembra temprana en esta misma área. “Por eso pensemos en ese circuito ahora de cómo vamos a trabajar esta campaña para poder prevenir y evitar que todo ese ciclo se vuelva a cumplir”, señaló.
Fernando Guerra, gerente de desarrollo de producto KWS, habló de la responsabilidad de retirar lo que no funcionó bien o no tiene una tolerancia aceptable y alertó: “Eso tiene que estar relacionado con la región o el ambiente; hablar de tropicales en zona núcleo no tiene ningún sentido solo por querer resguardarse del spiroplasma porque sabemos que entramos en otros problemas”.
Por su parte, Laura Carabaca, asesora de CREA San Patricio, destacó la preocupante situación en el noroeste. Advirtió que en esta región será fundamental comenzar con un vacío sanitario y eliminar las plantas no deseadas, dado el alto nivel poblacional del insecto en la zona. Posteriormente, será posible emplear otras herramientas y estrategias para tener éxito en el control de la situación.
Juan Astini, líder de agronomía de Corteva Argentina, coincidió al señalar que, si bien el germoplasma tropical suele tener mayor tolerancia, es importante destacar que la adaptación del germoplasma tropical disponible en la Argentina no es aplicable en todo el país. “Por eso hay que saber hasta dónde puede ser útil”, dijo y enfatizó sobre la importancia de considerar curasemillas. También abogó por la aplicación temprana de insecticidas, respaldada por una red de monitoreo en la que se está trabajando.
Para ilustrar la gravedad de la situación, mencionó como ejemplo la complicada realidad en la zona sur del noroeste argentino, que abarca lugares como La Cocha, Los Salados, San Pedro, Guasayán y Lavalle. En esta área, si se le pregunta a un productor si planea sembrar maíz en la próxima campaña, respondería que no.
“Se deja de hacer un cultivo que es muy importante para nuestro sistema, ya que contribuye a la salud del suelo y proporciona cobertura. Nosotros tenemos cultivos estivales donde el maíz alterna con soja y poroto, lo que proporciona estabilidad en el rendimiento al actuar como un amortiguador de los baches hídricos y las altas temperaturas que enfrentamos durante el desarrollo del cultivo de verano. Esto nos permite tolerar mejor las condiciones climáticas adversas, incluyendo el cultivo de legumbres”, remarcó.