Según la WorldWideScience.org, en el mundo hay más de 500 biotipos resistentes a herbicidas en 270 especies de malezas diferentes. Se dividen, en mitades, en monocotiledóneas y dicotiledóneas. A su vez, de un total de 31 sitios de acción que existen actualmente en los herbicidas, 21 ya son tolerados por diferentes malezas. El problema es generalizado a nivel mundial y nos vamos quedando cada vez con menos herramientas.
Según la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid, en el país hay 45 biotipos resistentes en un total de 26 especies, también divididos por mitades entre monocotiledóneas y dicotiledóneas. Es decir: 22 o 23 biotipos son gramíneas. Lo más complicado son las resistencias múltiples, a dos o más sitios de acción, que se están volviendo cada vez más comunes.
¿Cuáles son las principales malezas problemas de la Argentina? Vemos que las gramíneas están creciendo muchísimo en presión y superficie afectada. Especies como Eleusine, que era propia del norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, hoy ya causan problemas en Brasil, Paraguay y Uruguay. En conjunto con ésta, aparecen Echinocloa y Digitaria como las tres gramíneas más problemáticas. No nos podemos olvidar de Lolium, que se está volviendo un grave problema en cereales de invierno y en barbechos de la Argentina.
Por otra parte, Amaranthus -yuyo colorado- y Conyza -rama negra- tienen presencia desde hace mucho tiempo y afectan a más de 25 millones de hectáreas impactando en la productividad de los cultivos. Las crucíferas también están creciendo mucho -sobre todo Hirschfeldia y Brassica-. A su tradicional presencia en la zona sur de Buenos Aires, ahora se suma el norte de esa provincia, sur de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba.
Otras tienen presencia más zonal pero no por eso dejan de ser un dolor de cabeza para el productor: Gomphrena y Borreria en el centro y norte del país, junto a sorgo de Alepo. Bidens, que tiene mucha importancia en Paraguay, Bolivia y Brasil, está bajando por el norte y ya llegó a Córdoba. Se trata de una maleza regional y es una de las novedades que existen hoy en dicotiledóneas tolerantes.
Claves para el manejo
Los herbicidas son una de las herramientas que tiene el productor. El manejo integrado debe complementarse con labores culturales (cultivos de cobertura y rotaciones), con labores de control químico (rotación de sitios de acción, apilamientos, uso de herbicidas residuales y luego de contacto). Esto no solo permite un manejo más eficiente y sustentable, sino también hace que los herbicidas sean eficaces por una mayor cantidad de años.
A la hora de pensar en la aplicación de un herbicida residual hay que definir bien el objetivo que se quiere controlar. Hay que considerar las condiciones climáticas -humedad relativa, temperatura del aire, viento, etc.-; elegir la pastilla indicada de acuerdo a las condiciones; definir el target al que se apunta y el tipo de herbicida que se irá a aplicar.
También hay que tener en cuenta las características intrínsecas del producto, entre ellas la fotoestabilidad del herbicida. Es decir: cómo se va a comportar frente a la luz solar en los sucesivos días en caso de que no ocurra una lluvia. Es importante que el herbicida sea fotoestable con el fin de estar activo a la hora de incorporarse luego de una lluvia.
Otra clave es la solubilidad que tiene el herbicida, cuántos gramos de ingrediente activo se solubilizan por litro de agua. Esto es fundamental porque nos da el milimetraje necesario para que se termine incorporando y llegue a los 2 o 3 centímetros del suelo donde está la semilla.
A su vez, hay que considerar cuánta afinidad tiene el herbicida por la materia orgánica o rastrojo. Cuanta mayor afinidad, mayor dificultad para penetrar la barrera del rastrojo y llegar a la semilla. Y, por supuesto, es importante no solo conocer qué malezas hay en el lote sino también qué herbicidas se usan. Para eso es clave llevar una trazabilidad de los fitosanitarios para tener una idea de qué población tolerante se puede encontrar en la campaña.
Pablo Angeletti
Fuente: La Nación Campo